CAUTIVA ENTRE AROMAS (Finalista en el concurso de microrrelatos del Círculo cultural Bezmiliana)
Ni ella misma iba a poder creerse que siglos más tarde su presencia, envuelta en aromas de jazmines, rosas y almendros, impregnaría aquellas pocas piedras que componían las olvidadas ruinas.
Desde la torre del castillo árabe de Bezmiliana, la princesa lo divisaba cada primavera, cuando él llegaba con su burdégano cargado con semillas, bulbos y esquejes. Lo observaba desde los jardines, escondida tras la celosía, ansiando perderse en su mirada.
Aquel día, él elevó sus ojos hacia la enamorada osando ofrecerle una flor. El fatídico destino esperó al hacedor de jardines a la salida. Aquel sable fantasmagórico cercenó para siempre lo que cada primavera brotaba en aquel vergel. Nada volvió a crecer como antes, ni ese desgraciado e incipiente amor. Pero el almendro amaneció florecido allí donde él la miró por última vez.
Fátima quedó atrapada para siempre en sus pensamientos, añorando a aquel que la hacía soñar cada primavera.
Marzo 2021
CABOS SUELTOS
La gata, la misteriosa gata negra de mirada inquisitiva y aire vengativo me observaba amenazante desde el alfeizar de la ventana de comisaría.
-El asesino no debe de ser tan torpe como ustedes creen- argumenté cínicamente como testigo de un presunto doble crimen - ¿Iba a ser tan ingenuo como para dejar rastros tan evidentes a los investigadores?
El policía que me tomó declaración miró su reloj, tal vez esperando el cambio de turno. Los demás oficiales parecían estar más ocupados hablando de aquel partido de fútbol en que el equipo nacional había perdido la liga. Y la gata empezó a arañar con una pata el cristal de la ventana sin despegar su mirada fija en mí.
-Esas dos chicas desaparecidas no debieron subirse aquella noche en un vehículo desconocido-añadí con cierta sorna pensando que nadie podía superarme en inteligencia como para haber cometido aquel horrible, aunque para mí excitante crimen, y quedar impune.
La gata negra se incorporó y pareció lanzarse contra el cristal. Entonces me sonó. Caminaba parsimoniosamente por el tejado de aquella casa en el campo cuando amordacé y maniaté a las chicas. De repente perdí su rastro. ¿Dónde estaría? Pensé que se habría cansado, pero al poco sentí algo rozando mi nuca. ¡Estaba allí! Se subió al respaldo de la silla y me dio tal zarpazo en la espalda que me desgarró la camisa.
-Déjeme ver- dijo el policía apartando a la gata- pobre animal se ha quedado sin sus dueñas, las chicas, ¿sabe usted?
Noté que el oficial observaba mi espalda y llamó a otros compañeros.
-¡Pónganle las esposas! ¡Tenemos al presunto asesino!
Mi espalda no mentía, mostraba los arañazos que me habían hecho las víctimas en el forcejeo. La gata, la maldita gata negra era más lista y más astuta que yo.
Julio 2021
ESPERANZAS EN MITAD DEL CAMINO
Su abuela lo tildaba de zascandil. Pensaba que cuando se hiciera hombre y dejase la chiquillería se iba a morir de hambre. Su maestro lo acusaba de indomable para justificar sus tirones de oreja.
Perezoso para los estudios pero muy hábil con los pinceles, se sintió devastado el día en que debían huir, coger lo esencial y andar, andar hacia el este. Venían por mar y aire, y ellos, en su huida, se escondían en los túneles de El Cantal. Su abuela, con sus alpargatas destrozadas, le decía:
-No llores, Miguelín, que esto s´acaba pronto y te compraré unas cuartillas pa que pintes.
Desde la ventana apreciaba la llanura verde mar, ochenta años después. Retrató al óleo parte de la carretera. Tras la exhumación encontró pinceles y viejos papeles junto a unas conocidas alpargatas. Promesas de la abuela.
Abril 2021
INSPIRACIÓN CON SABOR A MAR
La playa estaba a tope. Agosto, mediodía, calor. Una pelota impactó en mi oreja. Un chihuahua miccionó junto a la sombrilla. Yo sudaba a raudales.
“Las olas susurraban acariciando las rocas del espigón. Blancas y rosadas conchas se esparcían por la arena”.
(¡Qué comienzo tan poco original!)
“Sus sentimientos eran como un castillo decimonónico en ruinas”.
(¡Vaya comparación más absurda!)
Unos puñados de arena mojada impactaron sobre el bloc de notas destruyendo el principio de mi primera novela.
-¡Miguel! ¡Vete al chiringuito con los abuelos! Mi hijo me miraba cariacontecido con su pala en ristre. Estaba aburrido, pero obedeció.
“Ella lo telefoneó. Le dijo: Ven, te sigo esperando”.
(¿Y por qué espera tanto la muy tonta?)
Quien vino fue Miguelito, que tropezó arrojando en mi bloc un tinto de verano y unos espetos. Entonces desperté de la siesta. Tras la indigestión de sardinas escribí mi relato. Ya tenía el principio.
Agosto 2021
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